De vuelta en Madrid tras pasar unas fantásticas tres semanas en Cádiz, muy bien aprovechadas, no voy a decir que tenga el mejor de los ánimos. Voy a tener que vivir algunos días/semanas de los recuerdos hasta que el ritmo de actividades vuelva por Madrid.

El viaje desde El Puerto de Santa María a Sanlúcar es, especialmente para un aficionado al vino, deprimente. Algún cartel al lado de la carretera que anuncia el nombre de una vieja viña, pero hasta llegar a las inmediaciones de la tierra de la manzanilla, ni una sola vid. Todo lo han arrancado y ahora se ven campos de maíz, girasoles, o tierra llana. Algún edificio, que antaño albergaba un lagar, comparte nuestra misma depresión mirando a su alrededor a lo que ahora deberían ser campos verdes repletos de viñas, aguardando la próxima vendimia.
El bajón dura sólo hasta llegar a La “Taberna der Guerrita”, en cuya trastienda se encuentra “La sacristía”, una enoteca/sala de catas, en la que nos espera Armando. Me asombra el calendario de eventos que tienen preparado para el verano y que va desde una cata de champagne coordinada por Jordi Melendo, a una de sidras para la que se ha “convencido” a Ramón Coalla, pasando por una de vinos para quien no le gusta el vino (tenía que haber llevado a Elena). Un total de 20 catas y actividades tremendamente atractivas a unos precios de risa. Ninguna supera los 35 euros.
Nos pregunta Armando que si tenemos media hora para catar algún vino. Yo no sé si reír o llorar. ¡Pues claro! Mientras viene, curioseo los estantes que rodean la mesa de catas, un surtido impresionante de generosos andaluces, muchos de los cuales no salen de Sanlúcar. ¡Hay que hacerse con los datos de Armando!

La visita da un vuelco radical con el siguiente vino, Ximenez Spinola Exceptinal Harvest 2011. Una curiosidad deliciosa, elaborada con uvas pedro ximenez cosechadas en vendimia tardía. Su nariz de pera conferencia madura, sobre fondo de flores blancas, con notas melosas y de orejones, tiene un casi imperceptible toque extraño que hace que el conjunto no sea perfecto. En boca es amplio, con acidez suficiente, equilibrado, y con una persistencia frutal suficiente, con un curioso toque final de regaliz. No será la última botella que beba…. Espero.

Seguimos con el soberbio amontillado muy viejo, Quo Vadis de la bodega Delgado Zuleta. Tremendo vino. Su aroma potente y punzante tiene una notable complejidad, en la que es fácil descubrir frutos secos, maderas nobles, toques salinos, especiados y matices de crianza biológica. Para “perder” el tiempo. En boca es incisivo, potente, dando paso a un mundo de sensaciones entre las que se encuentran los frutos secos, piel de naranja, matices minerales salinos. Tiene una acidez excelente, y un final larguísimo con un elegante recuerdo amargoso, como de caramelo casero. Sólo por este vino, ya hubiera merecido la pena la visita. Tremendo.
Catamos después dos dulces de bodegas Bentomiz, pero el recuerdo del vino anterior ha borrado de mi memoria todo lo catado con posterioridad.
Entre cata y cata una animada charla con Guillermo y Armando, en la que demuestran su aguda visión de los generosos andaluces. Cuando “largo” un poco sobre el catavinos tradicional jerezano, una herramienta muy útil, a mi juicio, para que los capataces de bodega detecten las notas alcohólicas y volátiles de los vinos en bodega, pero no demasiado para disfrutar de cualquier vino, a Armando se le ilumina la cara. La sesión de “desbarre” se prolonga un rato, hasta que los quehaceres de Armando le reclaman.
Nos vamos de La Sacristía con el deseo claro de volver, y la alegría de haber conocido a Armando, un enamorado de los vinos de nuestra tierra. Un luchador que a base de esfuerzo e ilusión está consiguiendo mover el mundillo del vino, aglutinando aficionados, e insuflando ganas y conocimiento por partes iguales. ¡Gracias Armando!
Para alguna historia más dieron las vacaciones. Hoy ya levanté un poco el ánimo. Pronto continuaré.